Francisco Pizarro nació en Trujillo de Extremadura, España, hijo del Capitán Gonzalo Pizarro y Dora Francisca Gonzáles. Acerca de la fecha exacta de su nacimiento sus biógrafos no se ponen de acuerdo. El historiador Federico Acedo, señala como fecha de su ilustre conciudadano el 16 de marzo de 1468, basándose en archivos parroquiales de Trujillo, España. Sobre su infancia se tiene poca información, el biógrafo más discreto, Quintana, menciona que Pizarro fue abandonado a las puertas de una iglesia de Trujillo, sustentándose en los primeros instantes de su vida con la leche de una puerca , por no hallarse quien le diese de mamar..., hasta que su padre lo recogió y lo reconoció como hijo, aunque no le dio educación ni le enseñó a leer, sino que le asignó la tarea de guardar las piaras de cerdos que poseía.
A la edad de 36 años ya gozaba de la fama de soldado valeroso y experimentado, corría el año de 1504 cuando Pizarro pasó a indias (según el texto Real de Cédula de 1529) y era dueño del real favor y se ocupaba en alistar las naves que lo conducirían al país de los Incas, y que luego le darían fama y gloria.
En 1522 se conocía vagamente en Panamá la existencia, hacia el sur, de un poderoso imperio, rico en yacimientos de oro y plata, cuyos monarcas llamábanse Incas, por lo cual se inicia una serie de buscadores del imperio.
Finalmente después de muchos incidentes, Pedrarias, gobernador de Panamá, les dio la oportunidad a Pizarro, Almagro y Luque para que intentasen el descubrimiento del Perú, en correspondencia de ciertos servicios recibidos en tiempos pasados. Efectuó su salida con rumbo al sur, el 14 de noviembre de 1524, al mando de 80 soldados y 4 caballos.
El hambre y al miseria se apoderó de la empresa cuando se encontraban en la isla del Gallo, a donde Pizarro creyó conveniente llevar a su tropa, lejos de los nativos, obligando a muchos soldados a volver a Panamá. Francisco Pizarro que deseaba seguir tuvo una inspiración: con la punta de la espada trazó sobre la arena de la playa una raya a mitad del camino y se dirigió a sus soldados, señalando al dirección a Panamá les dijo que encontrarían pan amargo, luego, señalando a la isla, dijo encontrarían hambre y miseria hoy, y riqueza y fama mañana; es así que Pizarro se dirigió al sur, seguro por los trece de la fama, dando inicio a la conquista del imperio incaico.
Para 1532 Pizarro hacía su entrada a Cajamarca, tomando prisionero al monarca inca, Atahualpa. Posteriormente dio orden de ejecutarlo, consolidando así su conquista.
Teniendo presente sus informes recibidos acerca de la bondad de las tierras, abundancia de aguas, proximidad del mar y demás circunstancias que favorecían al valle del Rímac, dispuso Pizarro fundar la ciudad de los Reyes, ciudad capital, el 18 de enero de 1535.
Las disputas entre las tierras y tesoros del imperio incaico acrecentaron le diferencias entre Pizarro y almagro, comenzando así las guerras entre estos dos conquistadores. Muerto almagro, Pizarro se adueñó de las 900 leguas de tierra desde Ecuador a Chile, conociendo, además, las primeras satisfacciones y las primeras horas de reposo de su ya larga y fatigada existencia.
Los vencidos de las Salinas conspiraban contra su vida, siendo continuas aquellas advertencias que sus amigos de toda la confianza le hacían, aconsejándole que no saliera a misa el domingo y que fingiera estar indispuesto.
Amaneció el domingo 26 de junio de 1541, los almagristas atraviesan toda la plaza con las espadas desnudas, dispuestos a matar a Pizarro. Matando a los amigos y sirvientes del conquistador, entran a palacio. Este se defiende valientemente y mata a uno de sus enemigos. Fue una lucha que enfrentó a Pizarro, de 70 años, y sus cuatro acompañantes con 19 soldados enemigos.
Pizarro peleó hasta que una gran herida en la garganta le hizo caer al suelo. Pidió confesión e hizo con el dedo y con su sangre una cruz en la tierra, la besó y expiró, mientras su cadáver quedaba abandonado en un charco de sangre. Sus restos descansan en la bóveda de la iglesia Catedral de la ciudad de Lima.
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